15 agosto 2007

15 de agosto... Aquella por la que reinan los reyes

Es la primera vez que no te veo sonreír en esta mágica mañana y no porque algo haya turbado tu perenne felicidad, aquella por la que no pasan los tiempos. Los kilómetros me privan de poder clavar mis ojos en los tuyos. No presenciaré cuando tu palio de tumbilla cruce el dintel de la puerta de los Palos y cuando la torre alta, aquella que mora y después cristiana siempre despuntó en la ciudad, anuncie con un estruendoso repicar de campanas que tú nunca faltas a la cita con Sevilla. No podré embelesarme con la cara de pillín de tu hijo, ese que en tus brazos mantienes con solemne majestad. Un niño que en sus travesuras, cuentan, que se escapa a corretear por la catedral. Muestra de ello es el barro que encontraron una vez en sus zapatitos de oro. Es parte de la leyenda... Tampoco tendré frente a mí tu sereno rostro y esa tímida sonrisa que esbozas para consuelo del que te busca. ¡Reyes! ¿Cuántos reyes se han postrado a tus plantas? ¡Qué grande sería aquella entronización tuya en la mezquita de la Isbilya musulmana! ¿Cómo sería esa primera procesión con el rey santo a la cabeza? O quizás sea cierta aquella otra leyenda que justifica tu autoría a ángeles del cielo. Aquellos extraños hombres que se presentaron en el Alcázar para esculpir la virgen que Fernando III había visionado en las campañas previas a la toma de la ciudad. Cierto o no, la realidad es que cada 15 de agosto, aquella por la que reinan los reyes, nunca falta a la cita con los sevillanos. Sabes que para ellos eres su patrona, no sólo de la ciudad, sino de la archidiócesis. Antes de que Pío XII te proclamara como tal, eran muchos los vecinos de pueblos cercanos que bajaban en la madrugada de la Asunción a buscarte. Muchos lo siguen haciendo hoy día. Bajan de los Alcores, del Aljarafe, del norte o del sur. Todos confluyen a tus plantas. Y es más en rincones de Huelva o Cádiz también recuerdan tu patronazgo de tu basta diócesis. Muchos regresan de la playa sólo para verte en esa mañana.

Ahora en la distancia recuerdo esas primeras procesiones a las que me llevaba mi padre. También fui con mis primos y mi tía en otros años. Más adelante era yo mismo quien no podía perderme la procesión, incluso iba sólo. También bajé desde el Aljarafe, partiendo desde Gines, a buscarte, rememorando ese camino que mi abuela me contaba. Tampoco puedo olvidar a un tatarabuelo mío, José González, y la repetida historia familiar de una de las sillas de la Virgen. Fue él quien se la labró en caoba en las vísperas de la Exposición Iberoamericana.

Hablar del 15 de agosto, es hablar de la Virgen, es nombrar a Reyes, es pronunciar Sevilla. Cada sevillano tiene una historia íntima vinculada a esta mañana mágica del estallar del nardo.
FOTO: ROBERTO VILLARICA

13 agosto 2007

Directos muy cercanos

Siempre gusta reconocer en la televisión a gente cercana. Vecinos, gente del pueblo, familiares... Además se convierte en todo un acontecimiento. Pon la tele que salgo a tal hora... o ¿Has visto a fulano que salió en Onda Giralda en un reportaje de cocina?... o ¡Cuidado el plan que salió en Canal 47 la Manoli en la feria!... Y así un sinfín de anécdotas de unos y otros. Las televisiones locales se han forjado gracias a sacar la vida diaria de la ciudad y sus gentes, a que el ciudadano de a pie se vea y se reconozca en la pequeña pantalla. Pero no todo el mundo puede presumir de ver a su mejor amiga haciendo un directo en TVE1 a las 9 de la noche un domingo. Pues yo sí. Para Maru no es su primera conexión en directo, ya se estrenó con una furgoneta cargada de explosivos de ETA en Ayamonte. Yo aún no he tenido la suerte de hacer un directo, bueno, la suerte o la desgracia de pasar por ese trance profesional. Este enero casi me veo en esa tesitura con las nieves en Chirivel. Al final los cortes de carretera me lo impidieron. Dicen que no es fácil, que hay que tener autocontrol, no caer en los nervios y no vacilar en la naturalidad. Cosas que se aprenden poco a poco. Para nada de eso y otras muchas cosas te instruyen en la facultad. Es el periodista a fuerza de patinazos quien aprende...

10 agosto 2007

El circo de la miseria


La televisión es espectáculo... y cada día en los hechos noticiosos lo inusual, lo llamativo, lo escandoloso, lo soez o la miseria más absoluta es lo que prima. Desde que vengo cubriendo llegada de pateras desde hace algo más de un año siempre es lo mismo. Espera de la Salvamar en el puerto, desembarco de inmigrantes, atención humanitaria de Cruz Roja, búsqueda de declaraciones, y vuelta para enviar... Los plumillas pendientes de la cifra: las millas en las que fueron interceptados, el número de hombres y mujeres, la existencia de menores, la procedencia... todo dato es necesario y si es escabroso mejor. Los cámaras pendientes de la imagen, del niño que llora, de la madre que pide a su hijo, del tiriteo bajo una manta, de los pies descalzos, de la herida o quemadura o del presunto desmayo. Todo para hacer más espectacular la información. Cuando la noticia está para emitirse y valoras lo que has escrito, te das cuenta que sólo das cifras y poco más, todo acompañado de la imagen de gente casi defallecida. Poco se escarba en porqué viene esta gente, qué motivos les lleva a emprender una travesía de la que no saben si llegarán con vida a puerto. Después de una patera el último párrafo de la información suele decir así: "...Para iniciar los trámites de repatriación". ¿Y para qué hacen ese viaje? Puede perder la vida en el intento, una vez que llegues, las autoridades te devuelven a tu país... No sé, pero lo cierto es que cada día vivimos el mismo espectáculo del circo de la miseria de los inmigrantes. Por cotidiano apenas le damos importancia. Nosotros mientras tanto cambiamos de canal o bebemos un sorbo de Coca-Cola.

09 agosto 2007

El algarrobico...

Cuento a la ministra Narbona y a la consejera Coves:

"Érase una vez en un paraje conocido como el Algarrobico, bañado por las aguas del Mare Nostrum, apareció de la noche a la mañana un inexpugnable y enorme castillo, blanco y resplandeciente, entre las oscuras colinas. Tan grande eran sus almenas que parecían desparramarse como lava de volcán cerro abajo. La gente que vivía cerca, en poblados y casonas, estaba muy contenta con este extraño castillo que se había levantado de forma tan rápida, casi mágica. Cuando las obras llegaran a su fin algún señor feudal se instalaría en él con su Corte y tropel. Caballeros de fuertes armaduras, gentiles damas revestidas de damasco y sedas, clérigos e ícluso hasta pícaros formarían esa camarilla palaciega. Todo este movimiento generaría mucha labor para la zona. Numerosos juglares serían demandados por el señor, las mujeres de las villas cercanas se afanarían en la limpieza, los campesiones se encargarían de los jardines, y numerosos forasteros aparecerían por estos lugares inhospitos atraídos por la fama del castillo y el enorme tesoro que se escondería en una cámara de la torre... Un buen día llegó una misiva que ponía en peligro el castillo... y los sueños de trabajo de la gente del lugar. Unos dragones rojos no querían fortificaciones cerca del mar. Se basaban en fuerzas naturales extrañas, ocultas en el interior de la tierra. Los dragones velaban para que no se levantara ni una sola piedra cerca de un bosque encantado que tenían la obligación de cuidar... Esta credencial y ultimatum llegaba casi cuando el castillo estaba a punto de celebrar las gestas en honor de la construcción de la torre del homenaje... Las luminarias y ministriles estaban ya preparadas y los caballeros dispuestos para el torneo. Una gran nube negra se aproximaba sobre la fortaleza, a lo lejos se oía el rugir incesante de los dragones, y la enorme luz de su fuego presagiaba el trágico final...¿Por qué los dragones rojos no avisaron cuando pusieron la primera piedra?"

06 agosto 2007

100 días y más conmoción

Así aparecía la Catedral Católica de Gibraltar. Con estos lazos amarillos en la reja catedralicia mostraban su solidaridad los llanitos y así en muchos lugares del mundo. Ahora se cumplen cien días de la desaparición de Madeleine McCann y el misterioso caso no parece tener fin. La localidad portuguesa de Playa de la luz vuelve a ser rastreada en busca de la niña, viva o muerta, por la zona de los acantilados. Por si fuera poco las investigaciones se centran en los propios padres.